lunes, 7 de mayo de 2012

Reparación


El olor a bosta y orina era penetrante, pero al menos las camas hechas de paja de los animales amortiguaba sus pasos, con el cuchillo destruiría a ese payaso cueste lo que cueste.
            Estaba a diez pasos en donde cobraban la entrada, sin saber que su asesino se acercaba sigilosamente. Levantó el arma amasando la venganza, los años en que lloró y mojó su cama esperando que el circo vuelva a su ciudad.
            El primer zarpazo le arrancó la cabeza, con el segundo le cercenó el brazo izquierdo, sus alaridos se mezclaban con los gritos de la gente que presenciaba el espectáculo mientras esperaba para pagar su entrada. Dos hombres de seguridad lo redujeron y con una precintos lo ataron dejándolo ahí mismo.
            –¿Qué pasó– preguntó el dueño del circo.
            –Un loco destruyó el payaso de cartón.

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