jueves, 11 de octubre de 2012

Almas en el Humo




Creía que no había lugar que no hubiesen tapado, trabado ó atado; pero de todas maneras hacía un esfuerzo por recordar cada uno de los recovecos, ventanas, puertas, ventiluces y huecos posibles.
            Creía que no había más; pero...
            Fuera los sonidos de las pisadas sonaban rasposas sobre las tablas y el pedregullo que rodeaba la casa, olfateaba el polvo que levantaban fuera y que acompañaba la peste a podredumbre que se colaba por las hendijas.
            Cuando los vio estaba sentado fuera en el porche leyendo “Mil Soles Espléndidos”, sufriendo con las mujeres que vivían en la casa del zapatero, prácticamente encerradas en la prisión de su matrimonio y las celdas de los golpes del marido.
           

            A lo lejos, quizá unos ciento cincuenta metros, había un eucalital; estaba ahí más o menos desde que tenía memoria, “cuando mamá todavía caminaba debajo de la parra buscando los mejores racimos de uvas”, pensó. Cientos de soldados firmes que esperaban la cierra que los mandase a ser parte de algún alambrado o sostener un tendido eléctrico. Por entre su follaje y el pasto que los rodeaba como un aura verde, aparecieron. Al principio creyó que era el cuidador de la estancia “La Colorada” que estaba para el norte pasando los eucaliptus. Siempre andaba merodeando los alrededores buscando una vaca que se le había escapado ó algún potrillo rebelde, guasca en mano y el sombrero alado que le cubría los ojos.
            Pero no era Ramón, al menos no era el Ramón que siempre andaba con el rebenque enroscado a la muñeca y los ojos inquietos buscando a los animales que se le habían escapado.
            Llevaba las botas de caña alta marrón claro, la bombacha negra y el pañuelo blanco de siempre, pero estaba manchado. Al menos eso creyó de lejos.
            Bajó el libro lentamente y aguzó la vista, detrás de Ramón apareció Verónica, la mujer del cuidador. Algo les había pasado porque ambos caminaban con dificultades, el hombre parecía tener las piernas rotas y un brazo doblado hacia atrás mientras que la mujer aparentaba tener un pie para atrás y el cuello torcido.
Dejó caer el libro cuando se incorporó de un salto, miró para adentro de la casa y gritó.
–Julián, llamá al pueblo y decíles que manden una ambulancia para las casas. –y salió corriendo para el lado del eucalital.
–¿Qué, Pà? –escuchó que le preguntaban entre pasos apresurados.
Paró la carrera y se volteo hacia la casa al momento que Julián, su hijo de ocho años, aparecía por la puerta.
–Llama al pueblo y deciles que hubo un accidente, que manden una ambulancia urgente. Ya!!! –ordenó volviendo a emprender la carrera.
Corrió por la finca tratando de no caer, las toscas y tierra arada amontonada lo obligaban a ir mirando por donde iba, al tiempo que levantaba la vista para echar un vistazo a las personas que venían hacia él con dificultad.
–¿Están bien? –les gritó cuando estaba a unos veinte metros de ellos, manteniendo la vista al suelo procurando no caer. Trastabilló con el último de los canteros y frenó la corrida para no desplomarse.
Debería de dar gracias al cielo por eso.
Jadeando volvió a mirar a los accidentados que venían hacía él, la primera impresión le hizo pensar que la ambulancia nunca llegaría a tiempo, estaban realmente mal heridos.
Las manchas del pañuelo de Ramón eran de sangre seca, negra ya. Las piernas estaban mal de verdad, apenas pudiendo caminar y su mujer no estaba mejor. Pero había algo más... algo que dentro de todo lo que podía estar mal, marchaba peor.
Sus ojos.
Estaban en blanco. Casi fuera de las cuencas, como los ojos de una vaca muerta que pasó días tirada al sol. La piel de los dos estaba de un color grisáceo, los labios negros y una baba verdosa que le caía de la boca. Las ropas sucias y un olor realmente nauseabundo, mierda mezclada con vómitos y pus de una herida supurante.
No era de un accidente, no señor; no lo era. ¿Entonces, que les pasaba?. ¿Qué mierda tenían?
El miedo lo paralizó, quedó encorvado tratando de recuperar el aliento, inflando el pecho mientras el aire que entraba en sus pulmones se infectaba de ese aroma nauseabundo.
Parecía que trataban de hablar, de sus labios como finas líneas negras salían unos murmullos que no alcanzó a entender.
Le querían decir algo.
Oyó ruido a ramas rotas y hojas que eran pisoteadas más atrás de ellos, y entre la negrura de las sombras de la tarde que caía sobre los altos árboles, reparó en varias siluetas ir emergiendo. Eran muchas, tal vez unas diez más.
Dio un paso hacia atrás.
“¿Qué mierda...?”, pensó Rogelio. “¿Qué mierda les pasó , quienes son esos?
Otro paso para atrás.
Los murmullos se hicieron más intensos, todos venían zumbando mientras andaban con dificultad.
“Fantasmas”, se dijo. “No, animas. O... quizá...”
Fue recuperando el poder sobre sus músculos, obligándose a ir hacia atrás. Ramón y Verónica ahora estaban a solo un par de metros y habían levantado los brazos hacia él, susurrando. El miedo que sentía en ese momento le impedía escuchar que decían, sus rostros estaban vacíos, los ojos vacuos, las ropas rajadas y sucias con la piel manchada de verde moho.
Se lanzó en carrera hacia su casa, sus piernas parecían fallar, pero no debía ceder. Esto estaba mal, muy mal.
Subió los escalones de un salto, sin poder esquivar el libro caído a un lado del sillón, tuvo que hacer equilibrio con los brazos. Se tambaleó en la entrada de la casa y cayó de panza.
Su hijo estaba a unos pasos, frente a la mesita donde descansaba el teléfono; lo tenía en la oreja. Más atrás estaba Mónica, su esposa, con cara de no entender que pasaba. Tenía a la bebe en brazos.
–¿Rogelio? –alcanzó a decir su esposa. –¿Qué pasó, cómo esta Don Ramón?
–Están...
Se le había cerrado el estómago.
–¿Qué pasó? –volvió a preguntar Mónica maniobrando con la bebe que estaba un tanto inquieta.
–Están..., están muertos. –dijo al fin.
–No me contestan –anunció su hijo todavía con el teléfono en la mano.
–Llamá a la policía, o a la radio. Alguien que nos venga a buscar ahora.
–Pero...
–Ahora Julián, ahora. Yo tengo que...
Respiró hondo y se puso en pie. Trataba de recuperarse, no solo de la carrera desesperada, sino de la visión de la pareja y los demás que aparecieron detrás.
–¿Cómo que muertos? –preguntó su esposa pasando a su lado y espiando por la puerta. –Ahí están Rogelio, hay que ayudarlos. ¿Porqué los dejaste?, necesitan ayuda, yo...
–Ni se te ocurra Mónica. No entendes, están muertos.
–Pero...
–Muertos que caminan Mónica, ¿entendes?. Caminan pero están muertos ó, no se... tienen algo.
–Rogelio, hay que ayudarlos. Miralos como están.
Su esposa parecía no escucharlo, solo veía como venían caminando hacia la casa tambaleándose como títeres en poder de un manco.
Rogelio la toma de los brazos y la sacude.
–¿Me estás escuchando? Están muertos, y no solo ellos. Mirá más atrás, entre la paja.
Los vio. Eran muchos.
–¿Todos están lastimados?, ¿qué les pasó?
–Mujer, ¿no me oís?. Son muertos que caminan.
Mónica lo miró buscando el tono de broma, algo que flotase a su alrededor que le dijese que estaba bromeando, que estaba borracho ó alucinando.
Nada de eso.
–¿Cómo...?
–Tenemos que irnos ya. El camión no anda, Gerardo no vino a arreglarlo, tenía que venir ayer a la tarde. Vamos a tener que irnos caminando, pero ahora. Se están acercando y quieren algo. No se que, me lo decían, pero no les entendí nada.
–Julián, agarra a tu hermana –le ordenó la madre y salió corriendo hacia la habitación.
–¿A dónde vas mujer?, vámonos así nomás.
Monica volvió al instante, llevaba un alhajero en la mano. Sacó a la bebe de los brazos del niño y salió primera por la puerta. A lo lejos, vio a los muertos que venían hacia su casa, eran mucho más que veinte. Todos caminaban con dificultad, como en un mal sueño.
El viento soplaba del norte y traía el hedor, la tierra arada hacía que de vez en cuando uno de ellos cayese, les costaba ponerse en pie después.
–Vamos. –le dijo su esposo tomándola del brazo y conduciéndola con él. En la otra mano llevaba a su hijo que miraba hacia atrás. –No mires.
Salieron los cuatro por el portón de entrada, el camino de tierra y arena se extendía hasta el horizonte, rodeado por plantaciones de naranjas y mandarinas.
Rogelio se paró de repente, sintió la mano de su hijo apretarle y las uñas de Mónica hincarle la piel.
Ahora sabía porqué Gerardo no había venido a arreglar el camión.
El mecánico del pueblo llevaba una llave de tuercas en la mano, la tenía apenas prendida y se balanceaba a cada paso que hacía. Con él venía el párroco, el Padre Alberto y la secretaria de la iglesia, la señora de la tienda de ropas y sus tres hijos pequeños. Alcanzaron a reconocer al dueño de la estación de servicios con la barba llena de baba verde, también estaba el único abogado, estaba más hinchado que de costumbre, parecía que el traje le explotaría en la barriga.
Escucharon los murmullos, pero venían de todos lados, algunas sombras se movían por entre las plantas. Estaban prácticamente rodeados.
–Volvamos. –Ordenó. –Volvamos a la casa.
Corrieron de regreso, cuando entraron en la casa los cuerpos andantes estaban a solo cincuenta metros de la casa.
Cerró la puerta y corrió la llave. No alcanzaría. Había que cerrar todo.
Había que cerrar todo ya. 

11 comentarios:

  1. Espero que no les sea complicado seguir un cuento en capítulos, pero demasiado largo para publicarlo de una. Me gusta hacerlo en entregas, solo espero que lo puedan seguir. (Consta de 5 partes)

    PD: las lluvias caidas en estos días cortaron casi todos los servicios de internet, por lo tanto me pondré al día tratando de leer y comentar todos los blogs posibles, sepan disculpar.
    Abrazos!

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  2. Yo te sigo, Walter.
    Me reconozco adicta al té y a "The walking dead" así que imagina cómo voy a disfrutar con tu historia :)

    No tardes!!!

    Besos

    (ah, no te agobies si no pasas por mi blog, libertad total)

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    1. Vero... ya pasaré porque me gusta mucho lo que escribís.
      Yo también soy fanático a "The Walking..." es más, espero los 5 dias que restan para la nueva temporada... lo del té lo cambio por el café.
      Son gustos, vio?
      Besos
      PD: los iré publicando a dia por medio si me lo permite internet (los fines de semana no publico nada, por ende mañana cuelgo la segunda parte)

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  3. Te sigo, esta muy bueno. Tremenda foto.

    un abraXo!

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    1. Gracias Marilyn... pensé lo mismo de la foto cuando la encontré. Me dije "Eureka!, esta es la foto ;)"
      AbraXo!

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  4. Walter, yo me lo leeré del tirón.
    Por favor pon aviso en el título cuando sea el final.
    Dices que será cosa de ocho o diez días..., esperaré hasta entonces.

    Muchas gracias y saludos!!

    pd. Espero que esas lluvias no hayan ocasionado muchos más daños. Aquí ya tuvimos también nuestra ración recientemente.

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    1. Zavala:
      Pondré Final en el título, no te preocupes.
      Y si lo prefieres te dejaré un comentario avisando eso en tu blog.

      Las lluvias hicieron estragos pero sin lamentar víctimas, 280 ml de agua caída en algo más de tres días, pero fue todo material, calles cortadas y rotas... pero no mucho más, hemos pasado peores. Es más, tengo otro cuento largo en capitulos que escribí en 2009 cuando sucedio una gran inundación en una ciudad cercana.
      Abrazo

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  5. Excelente prosa, Walter.
    Realmente impregnás todo de un suspenso y una agonía impresionantes.
    Zombis camperos de mi tierra gaucha (soy de un pequeñita ciudad del interior de la pcia. de Bs. As., de raigambre pecuaria de cría), tan bien descripta en el primer capítulo. ¡Qué buena idea!
    Me quedo esperando con ansias por la continuación.
    Un abrazo.

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    1. Juanito: vos por lo que vi en tu blog también sos lector de Stephen King, el decía en su libro On Writing (Mientras Escribo) y que me quedó muy grabado: “Uno tiene que escribir sobre lo que sabe… y hablar como hablamos”. Vivo en una ciudad de 45.000 habitantes, lindera con plantaciones de citrus y estancias con ganado; lleno de inmigrantes Italianos sobretodo y en menor medida Alemanes y Españoles. Trato de escribir sobre el lugar (te habrás dado cuenta que King casi siempre escribe sobre Maine o algún lugar cercano), no es que uno quiera terminar plagiando, pero es un muy buen concejo.
      Abrazo grande amigo. Un placer como siempre tu visita.

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  6. Respuestas
    1. Recomenzar, primero gracias por la visitar y segundo, a mi entender cada uno de los blog que existen son arte. En mayor o menor medida y a gusto del consumidor.
      De todas maneras, me tomo ese comentario como un gran halago.
      Besos

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