El pasillo lucía inmenso, de esos que parece
que no tienen fin, el techo era abovedado y alto con unos ventanales gigantes y
sucios a los lados como si fuesen verdugos de la inquisición aguardando la
orden.
Y estaba oscuro.
Anabella se hallaba sentada en el suelo, al
lado de un banco de madera largo, ella prefirió el piso frío a las maderas
rugosas como dedos de un viejo gitano; el piso era mejor, sin dudas.
Se abrazaba las rodillas hundiendo la cara
entre ellas, tratando que estas lleguen a taparle los oídos, que dejen de
llegarle esos sollozos lastimeros de los cuatro vientos. Desde que había
llegado a esa lejana y solitaria abadía, voces de todos lados la estrechaban,
susurros jadeantes como fuelles avivando el fuego.
Se balanceaba abrazada a si misma, y
lloraba.
No alcanzaba a entender, no quería.
Dos días atrás* su vida en la aldea
transcurría sin sobresaltos ni anormalidades, 48 horas atrás Anabella cosechaba
junto a su madre y hermanos las verduras de la huerta distante a kilómetro y
medio del asentamiento. A la vera sur estaba el castillo, para ella esa gran
construcción no había sido más que una mancha más en el cuadro del paisaje
pintado por la naturaleza.
Hasta esa tarde.
Anabella no vio cuando el puente bajó y de
la boca oscura emergieron seis jinetes, ella no vio cuando se adentraron en la
aldea y fueron directamente a su casa, donde su padre trabajaba en el taller.
Ella estaba de espaldas cosechando verduras y no vio cuando uno de los jinetes
golpeaba a su padre en la cabeza, tampoco pudo observar a su padre delatándola,
anunciándoles la dirección en la cual se encontraba su hija.
Ella no se percató de nada hasta que fue
demasiado tarde.
Un gran brazo la alzó del suelo y la cruzó
sobre el caballo mientras la otra le tapaba la cabeza con una bolsa húmeda y
llena de tierra. Intentó gritar, patalear, sacudirse como la cola de una
serpiente de cascabel. Pero fue en vano, tanto gritó, tanto se sacudió que el
miedo se impuso y se desvaneció.
Despertó en un carruaje, en el viajaban dos
religiosas que la observaban inmutables y dos guardianes sentados a diestra y
siniestra, ella los golpeaba levemente con el vaivén tosco de la carroza, pero
de esas bocas no salía nada. El viaje fue largo y tedioso, Anabella tenía miedo
de dormirse y despertarse en otro lugar desconocido, y como un presagio de los
fantasmas venideros, sus parpados vencidos volvieron a caer.
Y esta vez despertó cuando la carroza se
detuvo y los guardias sin preámbulos la bajaron de los brazos, se encontró a
los pies de una gran montaña y en la azotea de esta, una abadía.
Los guardias le entregaron la chica a las
religiosas y estás la condujeron por un camino sinuoso que lentamente comenzaba
a elevarse, Anabella trató de zafarse, pero los dedos de esas mujeres eran
fuertes y se hundieron en la carne haciéndole doler tanto que soltó un par de
lágrimas.
Después de horas de andar llegaron a la
cima, la abadía la estaba esperando; pero había algo más que le hizo erizar la
piel.
Alguien la estaba esperando.
No, no era solo uno.
Del otro lado de la gran puerta de madera la
aguardaban más religiosas, unas veinte en total. La condujeron presurosamente
hasta una habitación vacía, en ella solo había unas cubetas de agua y un jabón.
La bañaron.
Ella gritó, se agitó un poco y después
lloró.
La vistieron mientras ella seguía llorando,
le pusieron una bata negra que le quedaba enorme y la condujeron hasta una gran
puerta de madera con bisagras plateadas.
La abrieron.
De esa abertura sopló una brisa helada y la
invadió un coro de voces que la nombraban, que la llamaban por su nombre. Ella
sitió una pesada mano apoyarse sobre su hombro, pero no volteó para ver de
quien era.
–Esta es la voluntad del Señor –dijo una voz
ronca, Anabella pudo sentir el olor a tabaco y ajo salir de esa boca y menos
deseó voltear.
Delante de ella tenía un inmenso pasillo.
La mano la empujó suavemente pero con
decisión.
La puerta se cerró detrás de ella.
Horas pasaron tal vez, no estaba segura.
Pero desde que esa puerta con ribetes plateados se había cerrado, el tiempo
pareció andarse como si en vez de arena tuviese lodo.
Había deseado cientos de veces que el
silencio la rodease, sobretodo aquellos mediodías cuando su padre se emborrachaba
con hidromiel y comenzaba a vociferar, o cuando los vecinos se ponían a cantar
en el salón que daba a su ventana. Pero en ese momento deseaba cualquier cosa,
todas juntas, lo que sea antes de soportar aquel aterrador silencio que la
mareaba.
Y esas voces que venían en andanadas a
corear su nombre.
Y se iban, y la dejaban sola. Abandonada.
El pasillo lucía inmenso, de esos que parece
que no tienen fin, el techo era abovedado y alto con unos ventanales gigantes y
sucios a los lados como si fuesen verdugos de la inquisición aguardando la
orden.
Una orden que nunca llegó, una voz que solo
dijo, “Esta es la voluntad del señor”; y la empujó más allá de la puerta de
madera con ribetes plateados. Una voz que la arrebató de su hogar y la llevó a
lo desconocido, a la vergüenza.
Una virgen que se consumió hasta no ser más
que huesos en ese pasillo inmenso, todo para saciar el hambre de las miles de
voces de los herejes, sacrílegos que murieron en la hoguera de esa inmensa
abadía.
Allá, lejos de todo.
*Originalmente el texto decía "Hace dos días atrás", modificado por "Dos días atrás". Error de redundancia que me dejaron ver en uno de los comentarios y el cual agradezco.
Gracias por los comentarios a "Un Café Frío", ya me pondré al día con la lectura y comentarios de los blogs amigos.
ResponderEliminarBuen comienzo de semana.-
Muy doloroso,Waleter,pero me fascinó...muchas jóvenes fueron arrancadas de sus sueños para deambular encerradas en aquellos horribles lugares..
ResponderEliminarBuenísimo.
Besos.
Gracias Morgana, la historia nos cuenta todos los días cosas así.
EliminarBesos.-
Tiempos oscuros, llenos de superstición, ignorancia y terror.
ResponderEliminarTu vida a cambio de otra o a la tumba en vida.
Más o menos como ahora, que son tiempos de inquisición disimulada y no te queman literalmente según en qué parte del planeta nazcas.
Eso si, tenemos tecnología...
Besos
Mucha oscuridad rondaba, mucha ignorancia digamos; las cruces mataban en nombre de Dios. Terrible.
EliminarBesos Veronica.
Caramba, un relato lleno de sensaciones. La imagen de los jinetes saliendo para buscarla me ha parecido muy poderosa, como la de la mano que la empuja. De hecho, te cuidas mucho de dramatizar y eso hace el relato más desasogante, más terrorífico. Me atrevo a apuntar una posible muestra de teclado rebelde en: "Hace dos días atrás", diría que el hace está de más.
ResponderEliminarEl padre de ella, ay, ¡no tenía corazón!
Saludos.
Totalmente de acuerdo con vos Igor, es redundante "Hace dos días atrás". Lo dejaré así para que se vea el error.
EliminarSe agradece el comentario, pero mucho más se agradece el apunte.
En cuanto a el padre de la niña, bueno, como le dije a Verónica, la ignoracia tomaba su fuego del miedo a Dios de la mano de los hombres que mataban en su nombre.
Doblemente, gracias.-
Muy bueno, Walter!!! Estás muy afilado con los climas que lográs crear. Captás la atención desde el principio y los sostenés de manera envidiable. Pensaba en las atrocidades que se han hecho, se hacen y se harán en nombre del Dios que prefieras. Porque no importa si le llamamos Dios, Alá, Jehová... El tema es utilizar de pantalla algo y cometer espantosas matanzas. Tiempos densos transcurren, mi amigo!!! Insisto, excelente historia! Un abrazo y siga a sí!!! ;)
ResponderEliminarGracias Bee, hay que tratar de no "enamorarse" de las descripciones y encontrar ese punto justo para no aburrir ni ser muy empalagoso.
EliminarLas atrocidades en el nombre de cualquier dios, hasta hoy se sufre.
Abrazo.-
hola walter una sufre a la par que va leyendo... allá mu lejos se quiebra la voz sin consuelo, me ha encantao esta historia, un final triste claro pero interesante besitosss
ResponderEliminarBueno Embrujo, lo bueno es que se termina el relato y no se sufre más. NO?
EliminarGracias niña.
Otra víctima más de la ignorancia, el fanatismo y la religiòn. Las formas han cambiado pero el fondo sigue siendo el mismo desgraciadamente en muchos lugares del mundo. Muy buen relato Walter. Un abrazo!!
ResponderEliminarAbrazo Zavala, muchas gracias por pasar y comentar como siempre.
EliminarQue formula explosiva, ¿no?. Ignorancia, fanatismo y religión.
Uf.
Cuantas cosas se hicieron en nombre del señor... Asi fue toda esa epoca... me hiciste recordar de unos de mis libros preferidos de Umberto Ego... El nombre de la Rosa...
ResponderEliminarmuy bueno.
Saludos y queria agradecerte por tu comentario en la Hija del Mal...
Walter, no hay molestia ninguna. Siempre es bueno escuchar a los que saben. Nada más dime que correcciones les harías y servirá de mucho.
Un abrazo
Carlos
PD ya está la tercera entrega
WALTER, YA HE VISTO TU COMENTARIO ANTERIOR... CREO QUE TIENES TODA LA RAZON, CUANDO UNO ESPERA SOLO COMENTARIOS BUENOS, NO TIENE SENTIDO. ES COMO SI CREYÉRAMOS QUE LO SABEMOS TODO. PARA MI VALE MUCHO EL COMENTARIO A FAVOR Y EL EN CONTRA... ES TOTALMENTE APRENDIZAJE.
EliminarQUÉ BUENO QUE ESTA TE DEJÓ PRENDIDO LA TERCERA ENTREGA. ES MUY BUENA SEÑAL.
SALUDOS
CARLOS
Tiene espíritu del relato gótico. El cuento es tenebroso, más cuando el protagonista es la religión, que necesita sacrificios. UN abrazo.
ResponderEliminarGracias Carlos, los relatos salen en sí como quieres; pero tengo un pensamiento formado y eso les da la línea a seguir.
EliminarAbrazos
qué bueno!!! Me gustó mucho Walter. Querría tener más tiempo para poder leerte más seguido, escribes muy muy bien.
ResponderEliminarUn saludo
Eva, todos necesitariamos más tiempo :)
EliminarEl que pases por acá cuando puedas, para mi es suficiente.
Saludos.-
Escalofriante relato dónde nos muestras cuánto debieron sufrir tantas y tantas pálidas almas por el temor a Dios y como siempre ha habido gentes que se han aprovechado totalmente del más pobre y desfavorecido ..
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Aris, a mi me ha producido un pequeño escalofrío al escribirlo.
EliminarPara mi, la ignorancia es a lo que más debemos temer, siempre.
Besos
Una historia de historias, escalofriante posibilidad.
ResponderEliminarBesos
Una posibilidad real como la sangre con la que se regó el camino del fanatismo religioso... un camino que se sigue construyendo.
EliminarGracias por el comentario :)
Muy buena semblanza de las épocas de fanatismo religioso, y sus nefastas consecuencias. El dolor en el alma de la protagonista se puede sentir en tu relato.
ResponderEliminarGenial...
¡Saludos!
Muchas gracias como siempre Juanito, creo que se siente el dolor y el perfume de las voces de ese coro constante, repicando en los oídos de los que sufren.
EliminarSaludos!