No veía nada, no oía nada y no sentía nada.
Solo había en mi, olor a moho.
Cuando desperté me encontré
desorientado, mareado de oscuridad e imágenes inconexas producto de mí alocada
mente que buscaba con frenesí darme una referencia. El silencio era tal que
parecía zumbar a mí alrededor, aleteando como unas diminutas luciérnagas ciegas
en mis oídos que chocaban con las paredes y cosquilleaban en los tímpanos.
Nada se veía.
Traté de mover las manos pero fue
en vano, intenté con las piernas pero el resultado fue el mismo, sentía un
apretujón en el pecho y la sangre que parecía costarle recorrer mis venas.
Moví un pie. No hubo gran problema
al hacerlo, solo que; no sentí nada debajo de ellos.
Mierda…, estaba colgando.
Intenté gritar, un poco por miedo
y otro poco para no sentirme tan solo y desbordado; el caso fue que el grito
murió antes de nacer. Una cinta me cruzaba la boca.
Horrorizado me di cuenta de una
sola cosa, no había llegado a ese lugar por ningún tipo de accidente, estaba
ahí en esa habitación fría, oscura y herméticamente silenciosa porque alguien
así lo había deseado.
No podría describir con palabras
el sentimiento al descubrirme en esa postura, ni decir que los latidos del
corazón querían partirme el pecho podría expresarlo apropiadamente; nada en
este mundo prepara a alguien para semejante descubrimiento.
No se cuanto tiempo pasó, pero
parecía un sueño del que uno despierta y a los segundos vuelve a sumirse en él,
parecía entrar y salir con la facilidad de una gota de lluvia sobre un vidrio
liso. De vez en cuando movía mis pies para tratar de tocar algo, pero cada
intento era en vano y además me daban unas fuertes puntadas en los tobillos.
El aire viciado de humedad parecía
condensarse con el paso de los minutos u horas, ya no podía distinguir el transcurrir
del tiempo. Trataba de pensar como era que había llegado ahí, pero nada
recordaba, ni siquiera podía recordar quien era yo. Intuía, pero era como esas
certezas difíciles de explicar, como saber que ibas a sacar la lotería pero no
conocer el número a cual jugarle.
Pasado un tiempo que no puedo
precisar escuché un sonido sordo y lejano, como una ventana al cerrarse azotada
por el viento, me despertó del sueño negro en el que estaba, supongo que lo era
pero no recuerdo nada, era solo la sensación de estar soñando la que me
abrigaba.
Evidentemente ya no estaba solo,
al menos en un radio considerable. Alguien vendría supuse, alguien me mostraría
donde estoy y porqué.
Los sonidos comenzaron a aparecer
con más frecuencia, azotes de puertas, agua corriendo por una cañería oxidada,
la cadena de un inodoro fluyendo, platos y sillas corriéndose. Los típicos
sonidos de un hogar ó un refugio, pero considerando mi estadía ahí, suponía que
era una guarida y yo era su presa.
Y no estaba equivocado, solo que
la verdad era mucho más cruda de la que podía imaginar.
Cruda e irreal.
Iba y venía de sueños o
desvanecimientos, ya a esa altura no sabía si me desmayaba o soñaba, o ambas a
la vez. Ya no intentaba mover los pies, el dolor iba aumentando en mis
articulaciones y por momentos creía estar en una pesadilla, solo que era muy
real, demasiado corpórea digamos.
Hurgaba en posibilidades de las
más estúpidas e incongruentes, pero descartarlas me era imposible, a esa altura
todo cabía en el horizonte destartalado que tenía en frente. ¿Estaba dentro de
una nave extraterrestre, abducido para explorar mi cuerpo e intercambiar
fluidos intergalácticos para forjar una nueva raza?, improbable, no creía que
ninguna raza de inteligencia superior intente en lo más mínimo cruzarse con los
humanos, unos bichos que comían, cagaban, cogían y tenían hijos para después
matarse en guerras estúpidas.
¿Era victima de la trata de
personas?, ¿me iban a explotar como un esclavo o venderme los órganos uno por uno?
Primero, nunca había oído que secuestren hombres para prostituirlos, engañar a
las mujeres era más fácil, además de que controlarlas físicamente no presentaba
un gran problema. Que intentasen vender mis órganos era tangible y más si yo
era un sin techo, lo cual creía imposible, no lo sentía así.
¿O me habían secuestrado para
intentar cobrar un rescate?, más factible que todas las anteriores, pero no
sabía si era adinerado ó mi familia tenía un gran capital.
Para mi desconsuelo futuro, no era
ninguna de ellas y a la vez eran todas juntas, todas multiplicadas por un
número que no existe en el universo.
No hay número por el cual
multiplicar lo que me esperaba.
El dolor se estaba haciendo
intenso, rozando lo insoportable; me punzaba en los tobillos como una muela
infectada, comenzaba a sentir frío y titiritaba bajo las ataduras que me
cruzaban el cuerpo. Me estaba agitando y respirar me costaba más con cada
segundo.
El corazón parecía perder latidos
y mis músculos iban dejando de estar tensionados y aflojaban lentamente.
Parecía en si, que estaba
muriendo.
No quería morir, no lo deseaba,
pero ya no tenía fuerzas. Quizá hacía días que estaba ahí colgando, sin comer
ni beber nada, suspendiendo en la oscuridad ignota de mi mente y de la
realidad. Muy dentro mío cada uno de los órganos había decidido darse por
vencido, una democracia que no era reconocida por mi conciencia, pero liderada
por un subconsciente poderoso, ó corrupto que se dejaba coimear por el dolor y
la desesperación. Pero era mi cuerpo, era yo quien decidía cuando se terminaba,
no era una anarquía más que en la orgía de los acontecimientos que me llevaron
hasta ese rincón. No iba a morir ahí en el anonimato de la noche (o el día, ahí
abajo nada podía saberse).
Creo que me desmayé y por un
instante de ensueño, creí que había muerto sin más. Y quizá así sucedió, no lo
sé.
Sentí un dolor pequeño, un picotón
en el culo que produjo una reacción en los músculos de mis piernas que se convulsionaron
como el cosquilleo que produce la brisa fría en un cuerpo desnudo que sale de
una casa abrigada, el dolor de ese movimiento casi hizo que vuelva a
desmayarme.
Sentí que alguien respiraba al
lado mío, escuche sus pasos lentos y meticulosos, parecía oír como ese cuerpo
cortaba el aire con sus movimientos lánguidos y pausados.
Trate de hablar saliendo de mi
garganta un gorgoteo sordo y espumoso, es cierto también, que me comía la rabia
más que el miedo.
Un brazo me atoró la garganta,
sujetándome con mucha fuerza haciendo que levante mi cabeza involuntariamente,
otra mano me tomó por los pelos y me mantuvo así, con la cabeza levantada en la
total oscuridad. El brazo me aflojó la garganta y segundos después me quitó de
un tirón la cinta que me cruzaba la boca.
Grite.
Grite tanto que mi garganta
pareció romperse en mil pedazos, grite tanto que la sangre se acumuló en mi
cabeza y presionó la frente obligándome a dejar de hacerlo.
Y después de sentir mi garganta
llena de pinchazos como llagas de lava, lloré como un bebé.
Creo que hasta me mee encima.
La sangre comenzó a girar dentro de
mí como una calesita, me sentía con más fuerza. Supuse que la rapidez de mi
recuperación parcial, era producto de una inyección.
Me estremecí.
Ese alguien que me mantenía
colgando no quería que muriese, lo cual indefectiblemente me llevaba a una
terrible conclusión.
Iban a torturarme.
De pronto volví a sentirme solo,
como una exhalación del ensueño la persona que me había quitado la cinta de la
boca había desaparecido, estaba solo otra vez. Solo y aterrado por el
descubrimiento. Tal vez para mis adentros quería seguir solo y morir tranquilo,
morir colgado como un cordero en la mano de un baquiano, colgado del poste del
alero del rancho. Lo único es que no quería morir, ni de una ni de otra manera,
mi deseo era vivir a toda costa, cuesta lo que cueste. Y seguramente sería mi
vida el mismísimo precio.
Escuche un clic lejano, una
cerradura me dije, después, un azote leve, como amortiguado.
De repente todo se llenó de luz,
era tan potente que me hirió los ojos, el dolor se me instaló entre ceja y ceja
y mi interior era bañando por el naranja de mis parpados cerrados. Esa luz
penetraba todo y llenaba de claridad hasta mis órganos, por supuesto que es una
locura pensarlo, pero se sentía el calor que despedía esa luz. Algún tipo de
reflector que se utilizan en las canchas de fútbol. O quizá, era solo haber
estado tanto tiempo en la oscuridad, empujando mis pupilas al límite para
tratar de ver algo.
Noté el zumbido del reflector,
como una pequeño pulmón de electricidad que silbaba para darle poder al haz que
me cegaba. Tardé bastante en intentar abrir los ojos, tenía miedo de ver, tenía
miedo de seguir hundido en la inmensidad del total desconocimiento, ó el terror
de descubrir la verdad.
Abrí los ojos.
El resplandor cubría toda mi
visión, una gran bola plateada se suspendía en el centro de todo y se iba
abriendo en un naranja apagado casi amarillento, las formas escasas se iban
dilucidando. Primero noté un contorno rectangular que lentamente fue tomando un
color oscuro, mis ojos lagrimeaban y yo los cerraba con fuerza obligándolos a
expulsar lágrimas que me ayudaran a consolar el ardor. Ese líquido salado
recorrían mis mejillas que parecían chamuscarse con el calor del reflector,
resbalaban hasta desprenderse de mi piel y abandonarme para siempre, como la suerte
lo había hecho. Ó, al contrario, algo me había encontrado; mi destino.
Volví a cerrar mis ojos, los
mantuve apretados con fuerza moviéndolos desesperadamente de un lado a otro,
tratando de minimizar el dolor y lubricarlos lo más posible para poder distinguir
algo al volver a abrirlos, lo cual sucedió.
Cuando lo hice, el contorno
rectangular, más angosto arriba y más largo hacía abajo, ya estaba mejor
dibujado. Dentro del rectángulo había una persona, estaba totalmente inmóvil y
aunque solo distinguía una figura borroneada, sabía que me estaba mirando
fijamente, lo sentía. Su total quietud me desesperaba y como si un rayo me
hubiese golpeado caí en la cuenta de que tenía mi boca liberada.
–¿Donde estoy? –le pregunté a la
figura. Mi voz sonó ronca e irreconocible, lo cual no era de mucha ayuda si
quería salirme de esa especie de amnesia que me rodeaba.
No contestó, solo seguía ahí,
parado dentro del rectángulo.
El zumbido eléctrico del reflector
llenaba la habitación, pero no era muy distinto al silbido del silencio total,
molestaba en cada una de las moléculas de mi cuerpo. Entonces decidí seguir
hablando por más que doliese hacerlo.
–¿Quién sos? ¿porqué estoy acá?
¿estás solo? ¿me secuestraron?
No respondía.
–¿Quién sos? –pregunté más alto
rayando el grito.
Mientras hablaba todo se iba
clarificando menos la figura, noté una pared de ladrillos al fondo y a uno de
los lados del rectángulo una pequeña escalera de unos cuatro escalones que
daban a una puerta metálica cerrada, para mi disgusto vi que no poseía picaportes.
Si de alguna manera lograba zafarme de las ataduras, poco podría hacer para
salir de ahí. Miré hacia arriba, el techo era liso y sospeché que era cemento,
eso sumado a la escalera, el olor a moho, el sonido lejano de las cañerías,
indicaba que estaba en un sótano. No había mucho más por descubrir, si miraba
muy fijo arriba del rectángulo tenía que apartar la vista de inmediato, la luz
provenía de atrás y arriba. Bajé un poco la cabeza y entorné los ojos,
lentamente la figura que estaba dentro del rectángulo se materializó como lo
haría el Sr. Spock en el Enterprise.
Lo que se manifestó a mis ojos me
hizo hacerme hacia atrás obligando a mi cuerpo a balancearse, cada uno de mis
pelos se erizó, me sacudí frenéticamente con la poca fuerza que me quedaba y
volví a gritar.
Dentro del rectángulo estaba yo.
Reflejado en un espejo.
Tenho gostado muito de seus texto.
ResponderEliminarParabéns!!!
Gracias Janice!!!
Eliminar¡¡Dios mío cuanta angustia!!
ResponderEliminarParece que promete y mucho Walter.Debe ser angustioso no saber que va a pasar con tu vida.El miedo se mete en los huesos y tu cabeza se vuelve loca pensando...
Espero la segunda entrega
Besos.
Me puse en su piel y la verdad, me desesperé tambien :)
EliminarMe alegro el poder meter esos miedos en tus huesos y cabeza, espero la segunda entrega surta un efecto parecido.
Besos.-
Bueno, espero no les moleste que haya publicado este cuento en capítulos, sé que es complicado seguirlo, pero a veces un relato corto se transforma en una deformidad de varias carillas… y muy de vez en cuando también evoluciona en una novela interminable (tengo 2).
ResponderEliminarA aquellos que lo seguirán, espero lograr el efecto deseado y les guste.
Buen fin de semana a todos!!!!!
PD: Iba a ser el primer comentario pero SE ME CORTO INTERNET...
Lo bueno de las entregas en cuotas es que .. por lo menos yo.. retomo al anterior para ver que me he perdido.. Sensación de mierda.. por cierto. Abrazo!
ResponderEliminarBueno Andrea, es como un doble trabajo tener que volver... por eso me disculpé :)
EliminarAbrazos.-
La imagen es escalofriante...y la primera parte de tu relato me deja totalmente intrigada ... ya estoy deseando seguir leyendo más...
ResponderEliminarMuy bueno .. imposible dejar de leer ..
Un abrazo y buen finde
Muchas gracias Ari por pasar, leer y comentar (que no es poco). Ojalá la intriga logre quedarte hasta el final.
EliminarAbrazo grande y buen comienzo de semana.
Ahí quedo, esperando la siguiente entrega, Walter.
ResponderEliminarPromete :)
Besos, buen finde
Espero que la promesa se cumpla en las sieguientes entregas.
EliminarBesos Verónica.-
Por favor!!!!!! Me desesperó leerte y tengo que esperar la próxima publicación que tampoco me aclarará dónde estás metido.
ResponderEliminarEspectacular,te dejo un fuerte abrazo, bonito fin de semana!
La proxima entrega clarificará un poco que es lo que pasa... solo un poco
EliminarGracias por tu visita Cristina.
Imagen impactante!! Hasta ahora, genial!! Qué angustia!
ResponderEliminarun abraxo!
Ojala esa angustia se mantenga, de ser así, he logrado mi cometido.
EliminarBesos Marilyn.-
Que buena entrega. Por concepto angustiante (para el personaje) pero maravillosa para ser leida.
ResponderEliminarPromete mucho. vengan las otras 3
saludos
carlos
Saludos Carlos, estoy buscando el tiempo necesario para ir leyendo tu novela.
EliminarYa encontraré el tiempo, prometido.
:)
Guauuuuuuu!!! Estoy aterrada! La situación del protagonista no puede ser más límite. Ante lo desconocido no hay con qué armarse. Todo es incertidumbre y horror. Te sigo, Walter. Una historia que promete mucha adrenalina. Abrazo, mi amigo!
ResponderEliminarQue estés aterrada Bee, para mi es suficiente.
EliminarAbrazos amiga.-
Has recreado el pánico a la perfección. El peor de los miedos, es el latente... Porque es de día, que de haber anochecido ya estaría corriendo despavorida por los pasillos :) Excelente, Walter, un beso.
ResponderEliminarBueno, corre de todas maneras que el miedo siempre está detrás nuestro.
EliminarBesos Mere.-
Me atrapa la historia. Ya me suspendió en el hilo de su trama. Saludos. Carlos
ResponderEliminarOjala el hilo no se corte mi amigo Carlos.
EliminarSaludos.-
excelente trabajo narrativo
ResponderEliminarfelicitaciones
has recreado una especie de bucle de miedo, entre el despertar y el seguir en la pesadilla
abrazos y feliz fin de semana
Muchas gracias Licha, ¿es como un tranvia en la casita del horror? jaja.
EliminarAbrazos amiga.-
Tu texto transmite la agonía y el sufrimiento del protagonista de manera tal que parece que estuviéramos ahí, colgados junto a él...
ResponderEliminarTerrible dilema en el que te has metido, ansioso por saber cómo saldrás de él.
Me quedo esperando la 2º parte.
¡Saludos!
Pues yo mismo estoy viendo como salgo del embrollo, estan ya la 2º y 3º parte, ellas dos intranquilas miran como va fluyendo el final.
EliminarSaludos mi amigo.-
Hola Walter, buenas tardes,
ResponderEliminarsufro palpitaciones, ahora mucho más que antes...
si no fuese que soy curioso me hubiese ido a la mie... =)
Volveré por más
atentamente (el masoquista)
un gran abrazo
Bueno, me encanta que mis visitantes sufran!!!!!!
EliminarMi alimento digamos... (Todos somos un poco masoquistas, no)
Gracias Ariel por tomarte el tiempo.
Impactante primera parte. Lograste atraparme con la historia. La angustia del protagonista traspasa el texto.
ResponderEliminarMuy original comienzo. Espero que siga así.
Saludos.