Caminar en la
absoluta soledad era abrumador, le quedaban las grabaciones y aquellos videos o
archivos digitales que de vez en cuando sacaba de alguna casa, empresa o
estación de televisión. Miraba o escuchaba los archivos para no perder la
costumbre de la raza humana, de sus creadores. El aspecto no sería difícil, él
había sido creado a su imagen y semejanza y solo bastaba un espejo, vidrio,
charco, lago u océano para recordarlo. Pero necesitaba verlos y escucharlos, lo
necesitaba para no sentirse del todo solo, más allá que cada año se juntaban
los ocho en Flen esperando la noticia del renacimiento. Esperando que la runa
con la imagen de Yemir se elevara por encima de la superficie y diera la señal.
Más allá de todo eso, se sentían solos.
Según los
cálculos exactos, se habían reunido en el noveno municipio quinientas setenta y
cinco veces, no habían hablado entre ellos y casi no se habían mirado. Después
de todo, eran robots y ninguno quería hablar con robots, sino, con humanos.
Deseaban el día que recibieran la orden de la repoblación del planeta, un lugar
todavía lúgubre, con aguas turbias, el cielo encapotado, las nubes cargadas de
restos del virus, aunque con el aire cada minuto más puro y los animales cada
segundo más vivos.
No tenía restricciones en cuanto a los lugares a los cuales podía ir, no era necesario quedar solo en el sur, podía usar cualquier vehículo, de todas maneras sobraba el combustible para desplazarse, solo eran ocho quienes los usaban y sabían como conseguirlo.
A ninguno le
habían dado nombres, empleaban sistemáticamente los que salían de la cabina
plateada que estaba marcada para ello, retirar esa documentación del Banco era
el primer paso de cada una de las misiones. Por lo tanto, podría decirse que
tenían muchos nombres y ninguno que los identificase.
Pero tenían la
marca.
Estaba ubicada
en uno de los lugares que menos mirarían, dificultar un poco al menos la verdad
de su procedencia. Era una marca como lo que le hacen al ganado, pero pasaba más
desapercibida. La ubicación no era de las mejores, pero a él simplemente no le
molestaba, le daba igual que esté en medio de las nalgas. Debía correr con las
manos el testículo izquierdo para verlo, colocada al costado de la pierna. Era
como una cicatriz que decía, si se lo miraba con mucho cuidado, “hecho en
sarmiento, chubut (arg)” y suponía al fondo, una espada recibiendo un rayo.
Sus “nombres”
siempre habían rondado con S, la S
de SUR y de SARMIENTO, una ciudad al centro y sur de la Argentina, un país que
todos sabían quedaba al sur. Más detalles no eran necesarios. Sebastián San
Esteban, Simón Sitcoff, Santiago Solano y así los nombres que rondaban al punto
cardinal. Imaginar los demás no era tarea muy difícil.
Ciudad, punto
cardinal, iniciales.
En su soledad
y mientras seguía a la espera, solo le quedaba hacer una cosa. Caminar.
Las caminatas
nocturnas eran las más peligrosas, la electricidad no existía si no era
manipulada por él mismo, en ciertos lugares podía conectarse a alguna casa y
hacerla funcionar, aunque muchas veces había comenzado algún que otro incendio
a causa de los cortocircuitos.
Pero el
verdadero peligro de la noche no eran los incendios provocados por cables o
fusibles añejos, sino, los depredadores.
Ya sabía, nada
podría matarlo; podría pasar años bajo el agua salada del océano que nada le
sucedería. Pero, había ciertos lugares que un ataque certero podría averiarlo y
complicarle un poco las cosas. Solo un poco a decir verdad.
En esos
quinientos y pico de años había sido testigo de varios cambios, no solo del
clima y las ciudades, de los cielos y las montañas; sino, de las especies
mismas.
Las noches
eran espesas engullendo los pasos que esparcía sobre la autopista que
serpenteaba por las montañas en las costas brasileras, lo que temía, sí podría
decirse temor, sucedió.
Andaba
mientras en su cabeza sonaba una canción japonesa, no sabía porqué, pero la
música oriental siempre le había gustado más que otras. Los pasos resonaban en
medio de los ecos de la noche, en su mano derecha colgaba una linterna oxidada
que desprendía un haz de luz que se bamboleaba a su paso iluminando los
automóviles consumidos por el paso del tiempo, muchos de ellos solo con el
chasis al viento, como las vértebras de un gran pez a orillas del mar. Notó un
movimiento en uno de los cientos de vehículos desperdigados en el camino, no
dejaba de ser uno de los tantos que cada vez aparecían con mayor continuidad.
Vio entre la oscuridad unos ojos verdes intensos acompañados por un gruñido
leve, también oyó como algo raspaba las chapas oxidadas.
Se paró en
seco, era la primera vez que olía ese aroma fuerte que se abría paso a pesar de
la fuerte brisa salada. Los sonidos en la noche se intensificaban, los ojos
seguían firmes al tiempo que otros puntos verdes se abrían a los lados.
Algo cedió
ante un gran peso crujiendo como una rama seca, sentía el pasto áspero
resquebrajarse con los pasos que se venían agazapados hacia él. Cambió de mano
la linterna y alargó el brazo libre a sus espaldas para tomar el cuchillo de
casi 30 cm
que llevaba a la altura de la cintura.
De repente la
noche se vio rasgada por la velocidad de la cosa que se abalanzó hacia él
gruñendo, la linterna lo iluminó un instante antes de soltarla para prepararse
a la embestida. El bicho era como un perro grande, pero no tenía pelos. Tenía las
orejas apenas unas protuberancias a los lados de los ojos verdes penetrantes y
la piel un tanto verdosa por lo que pudo ver en ese segundo, tenía tres uñas
largas como garras blancas hacia delante y una hacia atrás. Pero lo peor eran
las fauces, se abrían por el cráneo de la bestia como la sonrisa del guasón,
alargándose hacia arriba saliendo de esa boca con los dientes blancos y
filosos.
Ante el
inminente choque de la bestia rodó a un lado, primero pegando el hombro
izquierdo con el suelo y rodando con los omóplatos para elevarse con el otro
hombro y quedar rodilla al suelo blandiendo el cuchillo. Sintió las fauces
cerrase a centímetros de su nuca, giró extendiendo el brazo y su filo cortó de
lleno el cuello del animal. Sordo golpe al caer la cabeza sobre la ruta repleta
del yuyos de los tiempos, no muy lejos llegaron aullidos desgarradores y
endemoniados. Había muchísimos más, ese solo había sido el primero, la prueba
de a que se enfrentaban.
Los ojos se
multiplicaron a su alrededor, las respiraciones bamboleantes se arremolinaban y
las garras pateaban el suelo.
Algo explotó a
unos diez metros, la bola de fuego iluminó todo a unos cincuenta metros. Las
bestias eran enormes y alcanzaban a ser unas dos o tres docenas, agazapadas
entre los autos viejos y las chatarras que rodeaban la autopista que discurría
hacia el sur como una línea de la vida que descansaba deseando volver a sentir
las ruedas sobre ella. Otra explosión hizo estallar en mil pedazos a otro de
los bichos haciendo que los demás saliesen disparados en distintas direcciones,
salvo en una, donde estaba él. Giró sobre su eje y aguzó la vista, primero
escuchó unos pasos abrirse camino entre la negrura, segundos después dos
figuras se materializaron a unos veinte pasos. Una de las figuras levantó un
brazo abriendo los dedos de las manos en un saludo.
Los tres dedos
flacos y largos.
Regresó el
saludo mientras guardaba en cuchillo en la espalda.
Cuando ambos
estuvieron a solo unos pasos, no dejó de sorprenderse ante la vista de estas
criaturas que caminaban en sus patas traseras, erguidas, como humanos.
Se dijo que si
él fuese un humano, habría sentido un escalofrío correrle por la espina, pero
era solo un robot.
Le hicieron
señas de que los acompañe y en silencio, eso hizo. Caminaron un largo trecho,
esquivando autos podridos, arena y yuyos hasta llegar al pie de una gran colina
entrando luego a lo que parecía ser una cueva. Lo condujeron por un túnel
estrecho y lleno de antorchas que iban encendiendo a su paso y volvió el
pensamiento del supuesto escalofrío de poder sentirlo al ver con la luz del
fuego sus cuerpos. Luego de algunos minutos llegaron a una boca inmensa que
descansaba al parecer en el centro de la colina misma, las paredes eran una
piedra clara y la humedad se metía por todos lados dejando caer una pequeña
llovizna que empapaba el suelo también de una piedra blancuzca.
Reunidos ahí
había como un centenar más de esas criaturas, todas ellas con las cabezas
gachas como si estuviesen orando ó trabajando en algo que requería de toda su
atención.
El robot quedó
al pie del túnel mientras los otros dos seres bajaban por una pequeña rampa al
encuentro de los demás, nunca volvieron la vista para saber si él los seguía.
Creyó que no era necesario, de todas maneras sabían donde estaba. Lo intuía.
Los miró
detenidamente. Eran grises con la piel como recubierta de alguna sustancia
gelatinosa, parecían ser frágiles, necesitando de esa membrana para que los
recubra. El sol brillaba, pero todavía en esos quinientos años no se había
recuperado del todo, las nubes seguían trayendo lluvias tóxicas reuniendo los
residuos del virus que pululaba en el aire y la noche escondía cada vez mayores
sorpresas. Pero lo que más le llamó la atención eran sus cabezas, grandes y
alargadas, mucho más anchas arriba sostenidas por un cuello pequeño y fino, al
igual que los brazos y las piernas.
Uno de ellos
giró y se lo quedó mirando con sus enormes ojos negros, ambos se observaron bajo
las danzantes luces de las antorchas lo que pareció una eternidad, luego el
robot sacó de su pecho una de las baterías y la dejó en el suelo. No sabía bien
porqué lo había hecho, pero lo hizo. Luego salió de la colina cuando el sol
volvía a erguirse sobre las aguas del océano.
En los años
siguientes descubrió otras criaturas como las que lo atacaron la noche que
conoció a los humanoides, cada veinte años volvía a pasar frente a la colina y
siempre había algo distinto. Esperaba que dejar la batería haya sido una buena
decisión, de lo que no tenía dudas era del uso que le estaban dando.
Pasaron quizá
otros quinientos años y cada vez que desfilaba por la autopista de la colina
brasilera, una comitiva de cientos de criaturas lo esperaba siempre en el mismo
lugar, uno de ellos levantaba como en una alabanza la batería que este les
había regalado. Pero esa vez había algo distinto, obstruyendo la autopista
desde el pie de la colina hasta el barranco que cruzaba hacia el otro lado
yacían más de tres mil criaturas. Adelantados a la multitud, tres grises lo
esperaban.
Se le
acercaros los tres, lo observaban con sus grandes ojos negros en medio de la
cabeza que con el paso del tiempo fue tomando una forma más ovalada, el cuerpo
del robot se fue manchando de oxido aunque las ropas iban cambiando con
fabricación propia. Le entregaron la batería que había obsequiado en el más
profundo de los silencios, estaba cambiada, una luz azulada destellaba en
medio. Sin dudarlo mucho se la colocó en el pecho sintiendo una energía inmensa
recorrerle cada uno de los circuitos.
La tierra
tembló.
Las manos
grises se elevaron.
El canto de
esas gargantas llenaron el viento con coro angelical.
La colina se
abrió en un estruendo maravilloso.
Envuelta en
polvo y piedras que caían rodando por la ladera apareció un objeto circular,
como un plato rodeado de luces incandescentes.
Una voz sonó
en su cabeza recitando un poema entre la música oriental que siempre escuchaba
en su interior.
*Dice
mi amigo bud que los ovnis no vienen
de Marte ni de la urss ni de cabo cañaveral
sencillamente llegan de un remotísimo futuro
con la peregrina intención de investigar
cómo fue que los terrestres empezamos a jodernos
es decir cuál fue el origen de la gran hecatombe
que para ellos por supuesto es historia
y en cambio para nosotros pecadores
una mera y sombría posibilidad
En el caso de que bud tenga razón
los osados ovnímodos serían
una suerte de arqueólogos ideológicos
algo así como choznos de levi strauss
perdidos en alguna galaxia de reposo
No estaría de más intentar persuadirlos
de que han confundido la ecuación y la ruta
y que en consecuencia aún nos pertenece
la empalagosa opción de no estallar
y así mientras ellos computan y computan
su electrónica / gaseosa / ultramundana
fe de erratas
nosotros persignémonos
o respiremos hondo
o bajemos al refugio más próximo
de Marte ni de la urss ni de cabo cañaveral
sencillamente llegan de un remotísimo futuro
con la peregrina intención de investigar
cómo fue que los terrestres empezamos a jodernos
es decir cuál fue el origen de la gran hecatombe
que para ellos por supuesto es historia
y en cambio para nosotros pecadores
una mera y sombría posibilidad
En el caso de que bud tenga razón
los osados ovnímodos serían
una suerte de arqueólogos ideológicos
algo así como choznos de levi strauss
perdidos en alguna galaxia de reposo
No estaría de más intentar persuadirlos
de que han confundido la ecuación y la ruta
y que en consecuencia aún nos pertenece
la empalagosa opción de no estallar
y así mientras ellos computan y computan
su electrónica / gaseosa / ultramundana
fe de erratas
nosotros persignémonos
o respiremos hondo
o bajemos al refugio más próximo
Sonrió mirando
al plato volador, pensando que seguramente tendría la posibilidad de viajar al
pasado y volver a ser solamente circuitos sin conciencia.
Levantó un
brazo y en silencio saludo a Suori, su enano cardinal. Se dijo que debería
estar sentado frente a Odín junto a los demás, se los imaginó separando las
partes de Yemir para volver a empezar.
*(Obviamente, a Bud. Mario Benedetti)
Gracias por permitirme venir a descubrir tu blog de la mano de tu comentario dejado en el mío, me quedo hojeándolo y disfrutando de él, con tu permiso.
ResponderEliminarUn beso.
Tenés todo el permiso.
EliminarDisponé de tiempo porque alguno de los post son larguitos ;)
Un beso.
Hola Walter, creo que te gustaría un blog que no se si ya conoces.
ResponderEliminarSe llama Antigua Vamurta, Igor es un crack en literatura fantástica, historia y mitología , tiene ya incluso obras editadas. Date una vuelta cuando tengas un ratillo.
Por cierto, cojonudo relato.
Un abrazo.
Zavala, ya voy ;)
EliminarMuy inteligente poner el dato en semejante lugar :)
ResponderEliminarAl final hasta los robots quieren también la serenidad del olvido.
Tierno final, Walter.
Tu relato tiene tristeza, ¿o soy yo?
Besos, eres grande
Supongo que a todo aquel que tenga una "vida eterna" se le debe cruzar por la cabeza un par de veces ese pensamiento, la serenidad del olvido.
EliminarTal vez sos vos la que anda medio tristona, pero no se, el lector le imprime su parte a los relatos y esa es la magia.
Besos... y no soy tan grande (estatura 1,83, peso 88 kg)
;)
Eyyyyy!!! Me dejé llevar de la mano y me encantó! Un secreto: Estoy en mi break de trabajo y por un glorioso momento, el relato logró que viajara a otro lugar y me involucrara totalemente. Esta es la magia que logran las buenas historias. De verdad, muchas gracias, Walter!
ResponderEliminarMuy bueno, mi amigo! Abrazo grande! :)
Hola Bee... que placer el mio de haber sido parte de tu ida mental en ese break. Gracias por tus visitas niña.
EliminarAbrazos y besos :)
Bello leerte...
ResponderEliminarTe dejo un fuerte abrazo, buen fin de semana!
Gracias Cristina.
EliminarOtro para vos :)
Madre mía... vaya lugar, vaya secreto... tu también me haces viajar.
ResponderEliminarSaludos,
Trini
http://yoadoroviajar.blogspot.com
Muchas gracias Trini, es lo bueno de la literatura, que nos permite viajar con la mente y ser parte de las historias.
EliminarBesos
¡Qué difícil (por lo menos para mí) escribir ciencia ficción!
ResponderEliminarPero vos superás el desafío con creces, logrando meternos de lleno en la historia y querer a ese robot. Personaje entrañable, sin dudas.
¡Excelente, Walter!
Saludos...
Gracias Juanito: hace varios años atrás sufrí una especie de bloqueo cuando estaba trabajando en una novela, tenía graves problemas a la hora de hacer los diálogos. Me pregunté como hacer para salirme de ese problema y la respuesta fue, "escribí una obra de teatro que es diálogo puro". Y lo hice, me ayudó bastante.
EliminarEscribite algo de CF y traelo :)
Abrazo grande
Vamos a intentarlo, mi hiciste picar el bichito de la curiosidad. Solo tengo un cuento de ciencia ficción escrito, el que está participando de un concurso.
EliminarCuando este finalice, prometo subirlo al blog de "Juanito".
¡Saludos!
Estaré esperando con ansiedad :)
EliminarEncantada de estar aquí .. me quedo .. me gusta lo que veo .. Gracias por invitarme ..
ResponderEliminarBuen relato .. me ha encantado
Un sonoro beso
Bueno Aris, sos bienvenida por acá como todos.
EliminarSe recibe el beso en los tímpanos :)
Gracias.
Interesante relato.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias Macondo, saludo a Ud. :)
EliminarUn relato perfecto,Walter,me engancha..
ResponderEliminarBesos.
Gracias Morgana por tomarte el tiempo y dejar tu huella.
EliminarBesotes
Que bien escribes relatos de ficciòn, admiro tu destreza y fantasìa. Enhorabuena
ResponderEliminarun saludo
fus
Gracias Fus, me alegro que te haya gustado ;)
EliminarSaludos
Genial entrada! y buenísima la imagen es de Constantin la película? saludos.
ResponderEliminarGracias Toshiro- Francisco, la verdad es que ví la película tres veces y no recuerdo esa imagen, pero ese hombre solitario de espaldas, tiene toda la pinta de ser Keanu, no?
EliminarAbrazo grande a los dos.
:)