Creía que no había lugar que no hubiesen tapado,
trabado ó atado; pero de todas maneras hacía un esfuerzo por recordar cada uno
de los recovecos, ventanas, puertas, ventiluces y huecos posibles.
Se secó el sudor de la frente, estaba íntegramente
transpirado, la camisa pegada a la piel, los pantalones parecían pesarle
toneladas y las botas ser de cemento.
Su hijo había intentado llamar a la policía, a la
radio y a cada uno de los números de la libreta roja. Ninguno había contestado.
Todo mientras su padre y su madre tapiaban las puertas y ventanas, junto con
todo hueco visible y posible.
Fuera los murmullos se multiplicaban, los pasos
distorsionaban el sonido de la brisa que entraba por debajo de la puerta.
El niño, sin que sus padres se percatasen, dejó el teléfono sobre la mesita y se arrimó a la puerta, se acostó en el suelo y espió por debajo. Apenas veía las sombras moverse con la luz naranja del atardecer, se arrastró un poco más y pegó la oreja a la puerta.
Los susurros se tapaban unos a otros, las sombras
danzaban a pocos centímetros de la puerta. Dos de ellas chocaron, oyó un sonido
sordo y luego un golpe fuerte y seco frente a él. Un ojo blanco se encontró con
los suyos. Uno de los muertos que caminaban había caído frente a la puerta, con
la vista clavada al chico que, asustado, quedó inmóvil. Vio abrirse la boca del
muerto (creyó que era Cristian, el hijo de la maestra, tenía un año más que
él), primero salió un borbollón de saliva ennegrecida. Repitió las palabras,
ahora sin el líquido que impedía el camino de la garganta.
–...Junto a nosotros, en la niebla.
Al niño algo lo tomó de los pies y lo tiró hacia
atrás.
–¿Qué estás haciendo boludo, sos loco? –su padre le
hablaba con el grito contenido, lo que hacía que la cara le quedase roja como
un tomate y se le hinchase la vena del cuello.
–Escuche que decían papá –le anunció el pequeño.
El padre le soltó el tobillo del cual lo había atraído
así si, lejos de la puerta.
Se lo quedó mirando.
–¿Y? –indagó al ver que su hijo se quedaba callado.
Fuera el balbuceo se multiplicaba.
–Dijo, “junto a nosotros en la niebla”.
–¿Qué quieren decir con eso? –preguntó su mamá. Estaba
llorando.
Sobre ellos caía la noche con inmediatez, uno de los
dos gallos lanzó su grito habitual que se cerró de golpe en un silbido agudo.
El otro también cantó, batió las alas y luego, volvió a oírse solamente el
murmullo de los muertos y sus pasos pesados.
Rogelio se dejó caer en medio del piso de madera de la
sala, se tomó la cabeza y la hundió entre las piernas.
“¿Que mierda hacemos ahora?”, se obligó a pensar.
Levantó la vista, su hijo de ocho años, con los
pantaloncitos azules y medias blancas lo miraba esperando alguna palabra. Su
esposa también lo veía con la bebe en brazos.
Agua bendita, cruces, rezos, plegarias, balas de
plata, ajo, círculos de protección, pócimas.
Todo revoloteaba como insectos de verano sobre una
lámpara, hacían ruido en su cerebro cuando chocaban con la luz. Pero nada tenía
sentido. Ni siquiera esos muertos rodeando su casa.
Al menos no intentaban entrar.
Por ahora.
Se levantó de piso, estar así solo servia para
inquietar su familia, para empeorar los estados de ánimo. Debía ser fuerte por
ellos, tratar de mantener el control por más macabro que fuese lo que
acontecía.
Se acercó a la ventana que daba al eucalital, de donde
habían aparecido los primeros ¿seres?. Hasta el momento no se había animado a
espiar que era lo que sucedía fuera, primero había tenido que tapar cada una de
las puertas y ventanas, después, se había obligado a pensar que hacer. Parecía
que no había nada por inventar, tal vez descubriría algo si miraba.
Su ojo tuvo que esforzarse para divisar algo fuera,
espiaba por un hueco formado por las maderas que había improvisado como valla.
Las sombras se movían con anómala lentitud para un ser humano, se tambaleaban y
movían sus brazos como malos robots. Apenas abrían los labios para murmurar las
palabras que había escuchado Julián. “Junto a nosotros, en la niebla”.
Algunos pasaban muy cerca de la ventana y todo se
transformaba en sombras, al terminar de cruzar volvía la pequeña claridad de la
luna superpuesta por algunas nubes nocturnas.
Fue después de que uno de los muertos pasó por frente
a la ventana que lo vio, creyó que uno de ellos había quedado sin fuerzas o
había terminado por morir del todo (si es que eso existía, morirse del todo).
Pero no, no era como los otros.
Llevaba un sombrero parecido al de Ramón, pero el ala
era más ancha y larga. Sus bombachas eran negras al igual que la camisa,
llevaba un pañuelo oscuro y tenía los brazos cruzado al pecho.
No era uno de ellos.
¿Alguien que había oído que sucedía?
No lo reconocía como vecino. Más al norte estaba Don
Victor, un citricultor reconocido en la zona. Pero no era él, al menos desde
lejos no lo parecía. Además, estaba solo ahí, parado mirando la casa mientras
los cadáveres andantes se paseaban cerca suyo.
Un brillo le iluminó los ojos. ¿O fue una engaño de su
cerebro confundido?
–Solo vengan con nosotros a la niebla.
Se hizo hacia atrás del susto y cayó de culo al suelo,
el corazón golpeaba con fuerza y los músculos temblaban. Uno de los muertos
había hablado, no susurrado ni murmurado. Había hablado claramente.
Volvió a tomar coraje, se levantó y volvió a espiar
por el hueco, creía que en cualquier momento se mearía encima. La frente se le
había llenado de perlas de sudor y los párpados temblaban con una molestia que
lo crispaba aún más.
Era la Elvira, la esposa del Alberto, la señora que
hacía pastas caseras para vender. Estaba parada frente a la ventana, alejada
unos metros por lo que Rogelio podía verla perfectamente de la cintura para
arriba. Atrás, por encima de su hombro estaba el hombre extraño con los brazos
cruzados al pecho.
La mujer volvió a abrir la boca, de ella cayó un
líquido oscuro que le manchó el vestido sobre los grandes pechos apretados que
saltaban por encima del escote. Rogelio contuvo el vómito.
–Nuestras almas están juntas, en un círculo eterno.
Todo el pueblo, cada uno de nosotros está en el humo. –dijo con una voz
gutural. Atrás, el hombre de negro movía la cabeza como si fuese el titiritero
de sus cuerdas vocales.
La mujer volvió a caminar, alejándose en su paseo
tambaleante.
Rogelio se corrió de la ventana, respirando
entrecortadamente, tenía miedo... “que miedo”, se dijo. “Estoy cagado en las
patas”.
¿Morirían esos zombies en algún momento? ¿se cansarían
de caminar alrededor de la casa? ¿necesitarían comer y morirían de inanición?
¿Cómo podían morir si ya estaban muertos? ¿Estaban realmente muertos?
¿Intentarían entrar a la casa para convertirlos en lo mismo que eran ellos?
¿Quién era el hombre de negro y sombrero alado? ¿era un brujo, un fantasma, un
demonio?
Las preguntas eran lanzadas por él y su esposa, Julián
solo los miraba petrificado; no entendía que pasaba, pero sabía que no era
bueno. Nunca lo era si la solución era encerrarse en la casa y tapiar las
puertas y ventanas. Nunca lo era si fuera de su casa caminaban muertos vivos.
Segunda parte de cinco, espero sea de su agrado y que pasen un buen fin de semana repleto de zombies :)
ResponderEliminarMagnífica introducción del hombre de negro y sombrero alado a la trama.
ResponderEliminarImagino una lucha sin cuartel entre el malévolo ser y sus secuaces zombis, versus la familia encerrada en la casa. Tiendo a imaginar un papel importante en el devenir de la historia en el pequeño Julián...
No sé, veremos en la 3º parte si mis sospechas se vuelven realidad.
¡Excelente, Walter!
El suspenso sigue, y me quedo por aquí -en el eucaliptal, tapado por la niebla- esperando la continuación.
¡Saludos!
Gracias como siempre Juanito... fijate que en el aucalital estés solo y nadie te respire en la nuca :)
EliminarSaludos!
¿Será un brujo, un demonio, un embaucador de almas?
ResponderEliminarMe dejaste imaginando la situación...
Mira que está buena la historia, Walter,a ver qué pasa, cómo se resuelve, por qué están así, ¿saldrán de la casa? ¿Y dónde ir?
Buen fin de semana, abrazo
Gracias Verónica... esperemos a ver que sucede.
EliminarMe pasa algo cuando escribo una historia, nunca sé como va a terminar (igual ya está lista je)
Saludos!
me encanta como escribes Un abrazo fuerte
ResponderEliminarGracias Mucha...
EliminarAbrazo grande para vos!